sábado, 20 de septiembre de 2014

Edzná. La casa de los sabios del agua.

Estamos sentados a la sombra del árbol sagrado ya’axché (ceiba) cuyos frutos se han abierto ya, dejando ir la delicada fibra parecida al algodón, que formará, según la tradición maya, las nubes que traerán la esperada lluvia. Acariciados por fragmentos de nube recordamos lo que hemos visto hoy mientras caminábamos entre los vestigios de una ciudad maya inolvidable.

Aquí en Edzná los antiguos edificios nos cuentan la historia de una era fabulosa en la que los hombres caminaban entre dioses y los reyes largamente olvidados llevaban en sus manos el poder del rayo y en su voz el eco de la magia de la creación. Es la historia de los mayas, que por mil años dominaron estas tierras creando una de las civilizaciones más extraordinarias y enigmáticas del mundo.

La zona arqueológica de Edzná se ubica a 55 Km. al sureste de la ciudad de Campeche. El significado de su nombre tiene varias traducciones, una de ellas es “casa de los Itzá” palabra maya que significa sabio o brujo del agua. Las investigaciones arqueológicas indican que Edzná estuvo habitada al menos desde el año 600 a. C. y fue abandonada alrededor del siglo XV cuando lentamente las voces mayas fueron reemplazadas por la voz de la selva cuyo manto cubrió los palacios, las plazas y los templos; así Edzná permaneció oculta hasta 1906.

Edzná tuvo sus años de mayor auge durante el periodo Clásico (300 – 900 d. C.) cuando se convirtió en una de las ciudades estado más poderosas de las tierras mayas del norte. Fue en esta época cuando se construyeron muchos de los edificios que hoy se pueden ver en el sitio y la ciudad alcanzó una extensión de 25 km2 con varias decenas de miles de personas habitándola.

Hoy Edzná, la hermosa, es una ventana única al pasado mítico maya. El viaje a los tiempos antiguos inicia con el pequeño museo de sitio donde se exhiben algunas estelas, retratos de reyes y reinas que alguna vez gobernaron la ciudad y que inmortalizaron en piedra sus acciones más relevantes: ascensiones al trono, guerras, celebraciones importantes y rituales dedicados a los dioses.

Caminando bajo la sombra de los árboles llegamos al centro de la ciudad desde el lado norte, dominado por la Plataforma de los cuchillos que fue originalmente un palacio de élite. Con sus 80 metros de largo resulta impresionante, tiene 20 aposentos y un gran patio con un altar central. En la parte norte de este palacio aún se puede ver un chultún (cisterna) usado para almacenar agua de lluvia. De esta manera aprendemos que Edzná es famosa por su ingenioso sistema hidráulico que además de los chultunes, contaba con 31 canales, casi un centenar de depósitos y desniveles que distribuían el agua hacia las partes bajas. Desde la escalinata sur de la plataforma vemos la Plaza Principal en todo su esplendor e inmediatamente atrapa nuestra atención el edificio llamado Nohochná.

Después de observar una enorme iguana casi mimetizada con las piedras hemos ascendido al Nohochná (Gran casa) y la vista resulta conmovedora. Ahí está uno de los edificios más bellos del México antiguo. El Edificio de los Cinco Pisos lleva, en su delicado equilibrio y su sobria pero poderosa arquitectura, el reflejo del trabajo y los sueños de una civilización fascinante. De pronto un eco interrumpe nuestra ensoñación, es la voz de alguien que habla en la Gran Acrópolis, frente a nosotros, al otro lado de la Plaza Principal y cuya voz llega nítida hasta nosotros a pesar de la distancia. Es sencillamente increíble.

En el Templo de los Mascarones nos miran unos ojos de más de 1,500 años de antigüedad. Es Kinich Ahau, el resplandeciente señor del sol. Por un lado aparece joven y bello, es el sol del oriente, que surge triunfante después de haber transitado por el Xibalbah o inframundo. En el costado oeste del edificio aparece como un hombre viejo, a punto de morir pero conservando las características que lo hacen el más hermoso de las deidades mayas. Pronto se hundirá en las tenebrosas aguas del Xibalbah, pero renacerá como cada día a llenar de luz y calor la tierra. Estos mascarones de estuco fueron modelados durante el Clásico Temprano y nos permiten además imaginar como estuvieron decorados los edificios mayas en su época de esplendor.

Camino al Templo de los Mascarones pudimos ver el Templo del Sur y el Juego de Pelota, ambos con un valor simbólico muy importante. En la base de la escalinata del Templo del Sur, de estilo Petén, se puede ver un monolito en forma de cabeza de serpiente, animal sagrado entre los mayas y símbolo viviente de la tierra. En el Juego de Pelota, por otra parte se representaba el drama de la creación del mundo, el eterno choque entre los dos principios opuestos y complementarios del universo maya: día y noche, luz y oscuridad, vida y muerte.

Estamos ahora en la Gran Acrópolis, en su acceso principal que mira al poniente. A nuestro lado izquierdo está el Pibnah o baño de vapor que seguramente se usaba para la purificación del cuerpo y espíritu de aquellos que celebraban los rituales. La Gran Acrópolis es un enorme basamento de 160 m. por lado y 8 m. de altura, resultado de la acumulación de construcciones durante el tiempo que Edzná fue habitada. Aquí podemos ver diversos edificios como los templos del Suroeste y Noroeste, la Casa de la Luna, el Templo del Norte y el Patio Puuc. Este conjunto de edificios era la sede del K’uhul Ajaw (el sagrado señor o rey) de Edzná. Vemos ahora de cerca el Edificio de los Cinco Pisos que nos dejó sin aliento cuando estábamos en el Nohochná. Ahora está claro que el Nohochná era un enorme graderío usado para que la gente pudiera ver al rey y su corte durante los eventos y fastuosas ceremonias en honor de los dioses.

Desde lo alto del Edificio de los Cinco Pisos (31.5 m.) el rey conducía los rituales para y por los dioses, además con sus 30 habitaciones distribuidas en sus 5 niveles es un perfecto ejemplo de templo-palacio, pero bastante raro en el área maya. En su base tiene una serie de glifos que narran eventos importantes en la historia de Edzná. Aunque el edificio tuvo habitaciones en tres sus lados, solamente la fachada oeste ha sido restaurada.

Frente a esta enigmática construcción no podemos evitar imaginar a los antiguos reyes invocando a los dioses, el humo del copal ascendiendo al cielo, la música, las danzas, los miles y miles de ojos expectantes sobre el rey… y de pronto en el horizonte se dibuja una nube gris, el rey levanta los brazos y su pueblo ruge como un enorme jaguar cuyo eco resuena como un trueno en cada rincón de la ciudad. Su rey les ha cumplido, ha traído la lluvia y ante los asombrados ojos de los mayas de Edzná - y los nuestros - el rey y los dioses se vuelven uno solo.


Texto e imagen: Alfredo González

Kankabi’ Ok Tours